Les condenan a
cuatro años de cárcel por delitos fiscales a Carlos Fabra, su hasta ayer gran
prohombre y ejemplo a imitar, y hoy un señor que pasaba por allí. De cohecho
y tráfico de influencias se ha librado. El gran cacique de Castellón no hacía
esas cosas. El juez Ruz descubre pruebas de que el Partido Popular ha estado
dieciocho años utilizando una contabilidad B. Dieciocho años de trapichear con
dinero negro, sin controles, ni impuestos. Pero a Rajoy sólo le toca hablar de
sus imaginarios logros económicos. En terreno amigo: los suyos. Ni para hacer
balance de sus dos años de Gobierno, ni para referirse a la corrupción que ya
aflora en sede judicial, se digna aparecer en público. Arrinconado hasta el
molesto plasma, ha hablado por ventriloquia, utilizando la siempre fiel voz de
Cospedal.
La versión del partido es que todas las facturas a las que se
refiere Ruz figuran pagadas en la contabilidad oficial –¡qué torpe, Ruz!, con el
tiempo que se ha tomado y no se da cuenta–. Y que si algo turbio hay, “habrá
sido otro”. Bárcenas, claro está. Pero hay un matiz importante que el PP quiere
enviar en sus consignas y cuya propagación le fue encargada a Esteban González
Pons para que fuera tomando cuerpo durante el fin de semana. Un mensaje corto,
críptico… y soez: “Los dirigentes del PP son tan honrados como todos, pero el PP
es el único que puede sacar a España de la crisis”.
Con la credibilidad a cero por sus mentiras continuadas, los mandos
del PP no tienen el menor empacho en seguir negando cualquier evidencia. Por si
acaso, largan culpas fuera, a ver si todavía alguien no percibe la
contradicción. A un Bárcenas, que sería un auténtico superhombre por haber
ideado y ejecutado semejante plan. Esas personas que hoy tienen la caja fuerte
del Estado y que creen les pertenecen también nuestros derechos –dado cómo se
empeñan en “moldearlos”– han estado 18 años, 20, 30, los que sean, sin enterarse
de nada, a pesar de la fiera corrupia que anidaba en sus entrañas.
Queda una vía
más que explorar, sin embargo; la fundamental, de hecho. La que practica Rajoy,
la que describió González Pons: Todos somos corruptos, pero os merece la pena
porque os sacaremos de la crisis (en traducción libre). El portavoz popular
admitió implícitamente que de honradez no andan sobrados, pero que es un mal
general. Políticos, ciudadanos, todos somos iguales. El saco de la inmundicia
permite camuflarse con más facilidad que en otro donde todo fuera impoluto. Se
carga uno la política porque “total, todos los hacen” y en el río revuelto saca
tajada el más tramposo. Y ya dibujado el paisaje, irrumpe en escena el Jinete de
la Eficiencia
Absoluta , el PP, el único que puede sacar a España de la
crisis.
Presuponen
Rajoy, Cospedal, González Pons, y cualquiera de las voces que en ese partido
callan, que todos los españoles somos más o menos corruptos y, en consecuencia,
que todos nos vendemos. Vendemos nuestra ética y nuestra dignidad “para salir de
la crisis” en este momento. Les da lo mismo prometer tres millones y medio de
empleos que una salida de la crisis, aunque las cifras fundamentales
de la economía española sigan en despeñe. Desde que gobierna Rajoy, han
empeorado todas las esenciales –paro, deuda pública, salarios, servicios
públicos–, excepto la prima de riesgo y un tímido repunte del PIB –tras enorme
batacazo–, que nace de las drásticas mermas a la sociedad y que constituye el
hambre para mañana. A nosotros, a la mayoría de la población, nos han metido en
la crisis más de lo que estábamos.
Podrán repetir sus cifras manipuladas, las autorías ajenas de la
corrupción, insistir con el mantra de la herencia recibida, pero la verdad no
cambia.
También se ha empobrecido la calidad de la democracia, la
democracia en sí. España tendría que ser un clamor ante la constatación de que
el partido al que han entregado el poder, tanto poder, maniobra en negro –según
el auto del juez Ruz– en su funcionamiento diario y durante toda una vida: 18
años de práctica continuada. Los datos que ha acreditado el magistrado confirman
en varios puntos los llamados papeles de Bárcenas. Los que hablaban también de
sobresueldos en B, o de donativos de empresas que luego obtienen obra
pública.
Pero España no
es un clamor contra la corrupción, aunque llevemos siglos pagándolo muy caro.
Alguna razón asiste a los populares en sus presunciones. Nos
han insultado –al conjunto de la sociedad– doblemente, al considerar que todos
somos como ellos y, desde luego, que hacemos la vista gorda a la corrupción si
nos dan una migajas o –lo que es aún más patético– la promesa de falsas migajas.
Y no se aprecian grandes reacciones de esas anchas espaldas en las que aquí se
carga todo con asombroso desparpajo.
Marquemos la diferencia:
Verán, ni la economía alemana le compraríamos algunos a cambio de
tanta bajeza. Porque igual no sería posible en estas condiciones. Deberían
reflexionar todos los votantes de laxa moral sobre si a lo mejor Alemania y
otros países democráticos funcionan a distintos niveles porque no tienen
delincuentes al mando (dado que, cuando detectan alguno, lo echan y le exigen
responsabilidades). Porque no se roba ni se permite que se robe tanto a los
ciudadanos.
En una palabra,
ni un malhechor avezado ni una organización creada tan sólo para delinquir
desplegarían tal cúmulo de estrategias –bien sucia la del trueque– para evadir
acusaciones y perseverar en su empeño. Pero no, los dirigentes del PP son
honrados “como todos”, y, si algún indicio parece lo contrario, es pura
casualidad. Y culpa de otro que, desde luego, ya no es nadie en el partido. Pero
lo mejor es que son los únicos que pueden sacarnos de la
crisis. Cuando se vayan, un par de décadas después de ir reparando los
destrozos.
Llevamos 100 años alabando a la gente rica, yo diría que son mas, muchos mas
años, pero no alabando sino maldiciendo a esa gente rica. la diferencia con
otros países es que en estos, que tu defines como países con una mayor tradición
democrática, y eso es innegable, el descontento y la indignación se tornó
activa, en algún momento de su historia, el hastío por la corrupción y los
desmanes de sus clases pudientes y dirigentes hicieron que el pueblo se
sublevara, plantaron cara a esos poderes que cercenaban sus libertades, como
ejemplo paradigmático la revolución francesa, amen de muchas otras no tan
cacareadas que intentaron frenar la impunidad y el descaro de esas clases
dirigentes.
En España, por desgracia, todos los intentos por transformar un
país consumido por la pobreza y la indigencia en un país que corriera a la par
con los tiempos en los que le toco vivir, que se subiera al carro del progreso,
se impregnara de las bondades de otros países de nuestro alrededor, se vieron
siempre truncadas por las elites reaccionarias, que eran y son muchas y que,
lamentablemente, después de transcurrir muchos años podríamos decir que son las
mismas, y que en muchos otros casos fueron apoyadas por aquellos países históricamente democráticos, contradictoriamente.
¿ Que se pretende al decir que el trabajo dignifica ?
El
trabajo en si, puede dignificar o envilecer, según el tipo de trabajo y el
objeto del trabajo.
Habrá personas que sus trabajos les dignifiquen y otras
que no, ahora bien, en lo que si coincidiremos usted y yo, o tu y yo, es que lo
que si puede llegar a envilecer el trabajo son las condiciones del mismo. Cuando
alguien trabaja una burrada por cuatro duros, sin unas mínimas condiciones
laborales esenciales y sabiéndose totalmente prescindible, con contratos
temporales de tres días de duración, entonces ahí si que estaremos de acuerdo en
que el trabajo o la actividad laboral que uno realiza lejos de dignificar te
degrada como persona.
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