domingo, 16 de febrero de 2014

Ecología mental.




Mas bien terror. 

Pensando en la realidad española, resulta chocante cómo aún hay personas aquí que se escandalizan ante los brotes de violencia aislada que se dan en las movilizaciones en España, especialmente desde el 15-M de 2011 hasta las más recientes. Y sin embargo qué poco escandaliza que mientras bajan los sueldos a los trabajadores o, simplemente van al paro, los directivos de las empresas españolas se suban de media un 7% el pasado año.
Frente a esta violencia implícita que consiste en la desigualdad creciente, con una clase media en peligro de extinción y una corrupción galopante guiada por una desvergüenza que hace tiempo desbancó a la envidia como pecado nacional, resulta que la contestación social es de un pacífico rayano en lo angelical. Además, nunca en la historia reciente de España ha estado tan ausente la violencia explícita del terrorismo, sea del signo que sea, como ahora; lo cual no deja de ser paradójico. Por todo esto, cuando hablamos de violencia, a saber de lo que estamos hablando.— José Miguel Grandal López.

El maltrato.
Soy de uno de tantos jubilados que se siente engañado por el Gobierno. Tras todo lo que ha pasado, da la impresión de que mi pensión es un regalo del Gobierno y nada más lejos de la realidad. Lo que me correspondía es una consecuencia de más de 39 años de cotización, y la cuantía el resultado de la aportación realizada durante tantos años de trabajo.
Existían unos Pactos de Toledo que marcaban una filosofía pactada entre todos los grupos políticos y que el Gobierno unilateralmente ha ignorado. No es de recibo que se vulneren mis derechos y por el contrario los gobernantes, diputados, senadores y tantos altos cargos, disfruten de, además de unas sustanciales rebajas de los impuestos, de una gran jubilación por el mero hecho de ocupar sus escaños durante siete años. Por eso, cuando escucho que son servidores públicos me da la risa.
Respeten lo pactado, no castiguen a los jubilados con subidas del IRPF, con la congelación de las prestaciones y con el pago de las medicinas, creo que no nos lo merecemos. Francamente me siento robado por mis “representantes”. José González Gómez.

Más allá de lo previsto.
¿Por qué este país no puede ser un país “normal”? ¿Por qué no podemos ser y transmitir sentido común, lógica y sencillez? ¿Por qué pasamos de un extremo a otro, del blanco al negro, de arriba abajo, sin solución de continuidad?
En este país evolucionamos del franquismo y la derecha al territorio de las libertades: los matrimonios gais, la investigación en células madre, la ayuda a la dependencia y tantas otras. Sin previo aviso, a quemarropa, saltamos nuevamente al oscurantismo ideológico, y de repente nadie nos reconoce fuera de nuestras fronteras. O explotamos el ladrillo, y los bancos dan crédito al primero que pasa por sus oficinas, o estas se cierran a cal y canto, y el cemento deja de producirse. Vamos del derroche más indignante y especulador al recorte y la supresión de gastos más allá de lo prudente. Gallardón quiere ahora volver nuevamente a las cavernas, en un debate que traspasa la frontera ideológica: hablamos de civilización y derechos adquiridos; nadie en Europa, ni siquiera grupos de ultraderecha, avalan esta vuelta de tuerca.
Cansa ser español. ¿Alcanzaremos algún día la normalidad de un país con sentido común? Si la ley se aprueba, volveremos al: “Disculpe, ¿el próximo avión para Londres?”. Y eso, por supuesto, quien pueda costeárselo.— José Luis Sánchez Gómez.

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